Presión en el pecho. Ganas de huír, pero no puedo moverme. De repente, mis piernas pesan demasiado y no puedo dar un paso, estoy paralizada. Quieta, inmóvil. No puedo pensar. Pero mis ojos siguen gritando...
La gente a mi alrededor, alza los brazos en acompasado movimiento. La gente a mi alrededor, toda, mucha... baila a ritmo de hip hop. Todo está oscuro. Caras que se acercan y se alejan. Manos en el aire. Y mi cuerpo tan receptivo a la música, tan rítmico, tan amante... no existe. Soy sólo ojos...
Ojos que ahora reflejan una calle medio vacía, nadie va en mi dirección. Y yo camino sola, en manga corta, con la cazadora en la mano, incapaz de ponerme los cascos, apurando el último cigarro que encendí allí dentro, nerviosa, confundida...

Puta manía de que el tiempo no pasa...
Y esta mañana me levanto sonriendo, quizá soñé algo que no recuerdo y me hizo feliz. Sí... sé que en mi sueño la historia terminó de un modo muy diferente. Necesaria tregua.
Sin embargo, una premonición está ahí. Presente, manifiesta, con mucha fuerza... Y me arrastra de la cama como un huracán y me hace ponerme guapa y salir a la calle con mi música por fin, y sonreír y esperar y confiar. Que todo fluye como dice una amiga... que todo tiene un porqué aunque a veces yo no lo encuentre. Que si lloro o me duele es porque sigo viviendo al borde del precipicio, fiel a mí, subida a la montaña rusa y no fuera, mirándola desde abajo, viéndola dar vueltas...
A pesar de todo y de todos, las noches en la latina seguirán teniendo el mismo sabor...
Al menos en mi recuerdo.
Sonando: Andreas Johnson. Glorious.