martes, 3 de febrero de 2009

Letter...

Aliena mantenía la mirada fija en la pared. Inmóvil, paralizada, conmocionada aún... -no puede ser- se repetía una y otra vez. Esto debe ser una broma pesada. Pero no lo era, era real. Y allí estaba la prueba, entre sus manos...

Nadie manda cartas de amor en el siglo XXI o casi nadie..., y menos él. Él nunca ha escrito una carta, él no habla de amor, él rara vez lo siente, él no puede ser el dueño de esas letras, imposible. Mario sólo sabe quererse a sí mismo, quizá a su familia también. Si, a su familia también. Pero a Aliena no, a Aliena nunca la quiso, no al menos de verdad, no estrujandose el corazón a dos manos.


¿Entonces...? ¿Por qué esa declaración ahora? ¿Por qué una carta..? cuando hablan a menudo por chat, cuando tiene su móvil y puede llamarle o escribirle un mensaje..., ¿y por qué no antes? Han pasado casi tres años..., no tiene sentido.


Vuelve de nuevo la mirada al papel que sostiene en las manos. Sus manos, por instantes, más incrédulas que sus ojos... Y lee, y relee. Se bebe las comas, los puntos, aspira las frases, las huele, las saborea. Y no sabe si lo que le acelera el pulso es una vieja ilusión o la absurdez de la vida a destiempo...

Respira hondo y busca. Busca por todos los rincones de su casa, busca en cada cuaderno donde escribió su nombre, busca aquellas primeras fotos donde sonreían porque no sabían ni podían hacer otra cosa, felizmente obligados. Busca en su almohada por si quedaran restos de su olor, incluso en su piel, por si alguna caricia permaneciera escondida, palpitando en algún recoveco de su cuerpo... pero nada. No hay nada.

Sólo unas descoloridas entradas de cine que no sabe por qué aún guarda en el abonotransporte, o aquel paquete de chicles que compró para él. Amontonadas entre otros papeles, letras y letras que ahora, en este febrero frío, no le provocan otra cosa que una equivocada nostalgia. Antiguas conversaciones, llenas de vida, y hoy, sin embargo, vacías.

Quizá por todo lo que le quiso y las ganas que le puso a esa historia, ahora tras leerle, tras su increíble gesto, busca algo a lo que aferrarse y por un momento quiere volverse loca, contestadle a esa carta, decidle que sigue sintiendo lo mismo y abrazarse a su metro noventa, dejarse ir, volar, por fin. Pero su cuerpo no le responde, está inmóvil y un ruído extraño le despierta de su ensueño...

¿Es su despertador? ¿Estaba soñando? Y una absurda sensación se le prende a la garganta mientras se despereza y piensa que... ha sido real, porque ella ya... no tiene nada para darle y eso hace mucho tiempo que lo sabe.

Sonando: Malia - Little Darling